Hoy díganle a mamá cuánto la aman

Bernardino Vazquez Mazatzi

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Mi madre esperó la mitad de su vida que sus hijos la visitaran en su onomástico,

En cada Navidad o en el año nuevo, el diez de mayo o en otra fecha que pareciera, fuera

O no fuera, importante. La pobre se cansó de mirar al norte,

Por donde vendrían los hijos que algún día tuvo en regazo,

A los muchos que amamantó hasta que le llegó otro muchacho de los tantos que

Tuvo porque así lo disponía Dios, cada dos años.

Mi madre nunca pudo aceptar que le estuvieran prohibidas las flores,

Una serenata, un regalo en su cumpleaños, un abrazo festivo o un beso

En la frente sin motivo, venidos de los hijos a los que jamás reprochó

Siquiera en pensamiento su ausencia en sus horas cargadas de temores

En sus días de enferma del cuerpo y del alma, en sus carencias y preocupaciones

Siempre le justificó a la esperanza y a la gente la ausencia de sus hijos

Y la explicaba porque tenían ya una familia, sus preocupaciones personales,

Sus múltiples compromisos, lo duro que es la vida u encontrar trabajo…

No obstante, siempre al encontrarlos les sonrió, los bendijo a la hora de acostarse,

Los encomendó a Dios y a su fila de santos y guardó para ellos

Como herencia sus trastos, sus joyas de bisutería y sus retratos.

Al morir, sus manos arrugadas, su vista limitada y sus cabellos blancos

No recibieron la presencia de quienes debieron estar siempre a su lado,

De quienes por ser sus hijos debieron calmar sus penas e impedir su llanto…

Pero en cambio, para transitar al cementerio le contrataron mariachis cantarines

Que ella ya no escuchó, depositaron sobre su tumba ofensivas

Cantidades de flores de las que no pudo aspirarles el aroma y lloraron,

Como no lo hicieron por tenerla como madre viva y le dijeran entonces

Que la amaban como la vieja hubiera querido cuando era tiempo.

Amigos, hoy, díganle a mamá cuánto la aman.

Díganle que es ella el puntal que sostiene la casa,

La suavidad de la almohada, el remedio para la tos

Y para las heridas del alma, el sol que invade la estancia

Y la luna que viste de plata a los fantasmas…

Pero debe ser hoy, pues mañana o después puede ser demasiado tarde,

Y para no ser como esos hipócritas que le lloran a un montón de tierra

En el cementerio y que el día de muertos le ponen alimentos

En ofrenda para engordar moscas… para no ser como aquellos

Que le rezan a su conciencia que por más que quieran, no los dejará en paz.