Por Fabiola Vázquez

Lo primero que debemos hacer es rebanar las papas en proporciones iguales para lograr una cocción uniforme, es decir, para que las más delgadas no se quemen y las más gruesas no queden crudas.

Muchas veces nos pasa que cuando ponemos a freír las papas se pegan unas con otras y tenemos que estar despegando con la pala, terminan cortándose y ya no quedan bonitas. Para evitar esto debemos ponerlas a remojar en agua fría para eliminar el almidón que contienen, ese almidón es el responsable de que se peguen las papas; una vez que sumergimos las papas el agua se pondrá blanca, eso significa que estamos eliminando el almidón, se deben enjuagar hasta que el agua quede limpia y transparente.

Si contamos con el tiempo suficiente, ya que tenemos bien enjuagaditas las papas, sin el almidón, las secamos con un trapito retirando todo el exceso de agua y las metemos en bolsas de plástico para ponerlas a congelar con un mínimo de cuatro horas, haciendo una espacio entre cada una para evitar que se peguen con el hielo, haciendo esto, podemos conservar las papas hasta dos semanas en el congelador. La razón de congelarlas es que cuando las ponemos a freír el hielo hace que no se cueza tan rápido el interior de la papa, así quedarán doraditas por fuera y suaves por dentro.

Ojo: se debe tener mucho cuidado cuando se fríen las papas siguiendo cualquiera de los dos procedimiento por que al haber agua, ya sea líquida o congelada, al contacto con el aceite caliente saltará mucho al principio y se debe tener la debida precaución para no tener accidentes.