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Columna por Juan Espinoza Briones

La autosuficiencia alimentaria, el “mito” que ¡debemos alcanzar a la voz de ya!
Martes 05:42 pm, 15 May 2018.
Juan Espinoza Briones
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Columna por Juan Espinoza Briones

La población mexicana necesita un gobierno que le encamine hacia recuperar su seguridad alimentaria, sustentada en su soberanía alimentaria […] Urge educar a la población en general en la producción de sus propios alimentos. Precisamos de una política agrícola y alimentaria diseñada en función de nuestra cultura, nuestro relieve, nuestro clima y nuestra biodiversidad. (Para tu recuadrito).

Lo que Enrique Peña Nieto afirmó la semana pasada, en relación con que la autosuficiencia alimentaria “es un mito y una sin razón […] pues no hay ningún país en el mundo que sea autosuficiente” es una mentira, dirigida al grueso de la población que no tiene acceso -e interés- a la revisión de estudios que muestran lo contrario. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), al menos Argentina, Australia y Canadá, son autosuficientes en alimentos.

El presidente también sostiene que se debe aspirar a “garantizar la disponibilidad de alimentos -Seguridad Alimentaria-, como sucede en México, que tiene una fuerte producción interna, tanto que exportamos más de lo que importamos”. Decir que “exportamos más de lo que importamos” conlleva de manera implícita a afirmar que nuestro país es autosuficiente y, de acuerdo con la FAO, para que un país sea considerado como tal, al menos debe producir el 75% de sus insumos alimentarios, cosa que México no logra y, por el contrario, sus márgenes de producción se aproximan entre un 55% y 57%. Se necesita traer del extranjero maíz, fríjol, soya, arroz y más agro productos que, sí se obtienen de la agricultura mexicana, pero no en volúmenes suficientes para abastecer la demanda interna.

Al ver los reportes del Financiero Bloomberg (http://www.elfinanciero.com.mx/economia/mexico-depende-de-las-importaciones-de-estos-productos-agropecuarios) tenemos una visión más realista, que no coincide con los balbuceos optimistas dados por el gobierno.

Resaltamos que el discurso emitido por Peña Nieto no es ningún error ni un acto de ingenuidad. Con su palabrería, busca justificar una vez más las políticas públicas en materias agrícola y alimentaria que se han ejecutado en México, a partir de la llegada del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su componente ideológico neoliberal. Intenta apuntalar la dinámica globalizadora en que están inmersas las empresas agroindustriales y alimenticias, nacionales y multinacionales, que son las únicas que se benefician con este acuerdo. Es el portavoz de estas. Para ello, lanza un contra ataque verbal a las propuestas y visiones críticas que se manejan en las campañas electorales desde la izquierda y que se dirigen a la desprotección del agro mexicano.

El complemento de las falacias anteriores lo proporcionó el mismo jefe del ejecutivo. En referencia al propio TLCAN, asegura que “los vínculos comerciales entre los dos países [México-EE. UU.] son profundos y benefician a productores y consumidores en ambos lados de la frontera”. Su afirmación no se cumple porque la mayor parte de los campesinos mexicanos no tienen las mismas ventajas competitivas que los de EE. UU. No disponen de subsidios significativos, tampoco de extensiones de tierra grandes y planas como para producir en grandes escalas. No cuentan con tecnología suficiente para masificar la producción.

No todo eso es necesario. El clima y las tierras ubicadas en el relieve accidentado del centro y sur, y las tierras planas del norte, con un buen aliciente del gobierno, son capaces de producir lo suficiente, como para dar de comer al total de la población mexicana y cumplir con el anhelado sueño neoliberal de exportar alimentos. Los campesinos locales poseen los saberes para manejar y cultivar la tierra sin depender de nutrientes sintéticos ni plaguicidas provenientes de la industria agroquímica. En su custodia descansa el amplio abanico de germoplasma nativo, adaptado a todos los ecosistemas del mosaico mexicano.

En contra parte, a los consumidores mexicanos se nos ha enviado comida chatarra desde Estados Unidos. Víctor Suarez Carrera, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) alertó en 2017 que el TLC sustituyó al sistema de alimentación de los mexicanos. Tan es así que, en 1993, llegó la primera tienda Walmart Supercenter a Plaza Oriente, Ciudad de México. Con esto, por primera vez el mercado mexicano vio una amplia gama de alimentos procesados, azucarados, grasosos y con altos contenidos calóricos; todos con baja o nula calidad nutritiva, altos contenidos de saborizantes artificiales, conservadores químicos, hormonas, pesticidas y toxinas. Desde aquel entonces y hasta hoy, el consumo de este tipo de “alimentos” ha derivado en problemas de obesidad, diabetes mellitus y enfermedades cardiovasculares, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Garantizar la disposición de alimentos al costo que sea es algo grave porque, en 2017, la propia OMS predijo que, en las siguientes dos décadas, uno de cada tres mexicanos padecerá algún tipo de enfermedad cardiaca. Asimismo, se debe tener en cuenta que más de la mitad de la población mexicana se encuentra en algún grado de pobreza y las posibilidades de acceder a productos de alta calidad nutritiva es cada vez más difícil por el decreciente poder adquisitivo del ingreso y el estancamiento de este.

Por lo anterior, la población mexicana necesita un gobierno que le encamine hacia recuperar su seguridad alimentaria, sustentada en su soberanía alimentaria. Que sobreponga los intereses de productores y consumidores mexicanos en la renegociación de los numerosos acuerdos comerciales internacionales en que, sin el mínimo escrúpulo, se ha metido al país, como el TLCAN o el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).

Mediante la renegociación, asegurar a todos los mexicanos el acceso a productos con alto contenido nutritivo, producidos agroecológicamente por campesinos mexicanos como se tuvo antes de suscribir estos pactos. Se requiere un Estado que favorezca a campesinos de pequeña escala, que son mayoría en nuestro país. Urge educar a la población en general en la producción de sus propios alimentos. Precisamos de una política agrícola y alimentaria diseñada en función de nuestra cultura, nuestro relieve, nuestro clima y nuestra biodiversidad.

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