El dilema del presidente Andrés Manuel López Obrador

Lo que sucedió el 9 de marzo en la Convención Nacional de Banqueros -CNB- en Acapulco, Guerrero confirma lo que adelantamos en la entrega anterior de esta columna, donde tratamos el “Divorcio Político”. La postura que Andrés Manuel López Obrador -AMLO- ofreció a los banqueros en dicho evento se anticipó un día antes. El 8 de marzo Luis Miguel González, director de El Economista Acapulco, en una entrevista radiofónica aseguró que “[la perspectiva que los empresarios tienen acerca de AMLO] es muy diferente de lo que pasaba hace 12 años. Y más que temor podría decir resignación de la posibilidad real que llegue y tendremos que acomodarnos. El mensaje es más bien que trabajaremos con quien sea”. Es decir, MORENA y/o AMLO no son vistos por los banqueros -y en otros ramos- como “el peligro para México” de dos sexenios atrás, cuando también contendía por la Presidencia. Ven muy cerca la posibilidad de que resulte electo y buscan hacer equipo con él para operar -y perpetuar los beneficios que hoy tienen con el actual gobierno-.

En la CNB, AMLO corroboró las palabras de Luis Miguel González. Ofreció un mensaje de aliento a los directivos de esta industria: “se va a apoyar a la banca, no vamos a confiscar bienes [...] no se van a llevar a cabo expropiaciones, ni nacionalizaciones […] no vamos a afectar a la banca en nada".

En la misma tónica, semanas antes, su asesor Alfonso Romo declaró a Bloomberg que el candidato presidencial cambió su percepción en torno a la Reforma Energética. Ahora opina que las licitaciones derivadas de ésta son benéficas, por lo que "no habrá ninguna violación legal o cualquier otra cosa que pueda perturbar la confianza de los inversionistas [por el contrario] lo que hemos visto en el proceso de licitación es que son muy buenos para el país, están bien hechos, y hasta hoy no tenemos quejas". Estas afirmaciones son completamente distintas a las que AMLO sostenía antes de la llegada de los empresarios y políticos de derecha a MORENA -la izquierda-.

En 2015 -por ejemplo- se dedicó a señalar que “el gobierno de Enrique Peña Nieto lleva dos años de haber promulgado la reforma energética, con la cual se engañó que iba a haber mucha inversión, trabajos y bajarían los precios de los energéticos. No hay registro de algún beneficio para el pueblo de México”. También fue enfático en mencionar que “la Secretaría de Hacienda dejó de recibir 500 mil millones de pesos, no sólo porque se cayó el precio del petróleo, sino es cada vez menos la producción del petróleo, no se procesa el petróleo crudo para hacer gasolinas en el país, porque un grupo hace negocio con la compra de la gasolina en el extranjero y tampoco se construyeron alguna refinería”.

Hasta entones sus preocupaciones se orientaban a favor de las mayorías: “si hay inseguridad y hay violencia, [decía], es porque desde hace 30 años no hay desarrollo, no hay crecimiento económico, hay desempleo, se abandonó al campo y a los jóvenes, y debido a ello aumentó la inseguridad en el país”.

Ponía en evidencia la situación de corrupción. Proponía que “si terminamos con la corrupción vamos a lograr el renacimiento de México, que haya producción, que haya trabajo, que haya bienestar, es muy sencillo acabar con la corrupción y pensar que se puede”.

Si cotejamos las dos posturas de su discurso, vemos un cambio de dirección muy clara. Se está alejando del discurso nacionalista de antes.

Lo advertimos en la entrega de la semana pasada, AMLO está en un proceso de “Divorcio Político”. Intenta conquistar el apoyo y aceptación de las grandes corporaciones, nacionales y/o extranjeras. Por ello, -inspirado por su asesor- les seduce con promesas que conllevan de manera implícita la garantía de continuidad del esquema socioeconómico y legal que hoy se ejerce, es decir: garantiza la continuación del neoliberalismo.

Olvidó que la Reforma Energética no cumplió las promesas con que se justificó su diseño e implementación y que con la compra de gasolinas “se beneficia un grupo que hace negocio […] en el extranjero”.

Ésta no es la esencia de AMLO. La influencia de la visión empresarial que traen los recién llegados a MORENA se hace presente y manifiesta.

Asumir dichas posturas como propias y como promesas de campaña le ponen en un dilema, en el cual, debe elegir a cuál de las partes -la ciudadanía o el capital- servirá en su gobierno.

A ambas ya les coqueteo con su mejor retórica. ¿Cómo combatirá la corrupción, si sabemos que el poder y apogeo de las corporaciones se ha construido gracias a diversos actos de esta? ¿Para quién gobernará MORENA, en caso de que AMLO llegue a la presidencia? ¿Cómo hará para cumplir las propuestas que ha hecho a los ciudadanos? Recordemos que también nos ha dicho que “no aumentarán los impuestos ni la deuda pública y mantendremos los equilibrios macroeconómicos”.

No pretendemos justificar ninguna posición, ni convencer a nadie de nada. Lo que documentamos aquí es una táctica política. Con este recurso busca que las cúpulas de todas las áreas de la sociedad le permitan -en caso de que gane por vía democrática- instalarse en la Presidencia. Comprendemos bien su estrategia. Ya en la primera entrega “La Venezuela mexicana si la izquierda gana las elecciones” dibujamos un posible escenario al que se enfrentaría en caso de ser electo.

 De no hacerle así, ¿cómo llegaría a la Presidencia, si aún con mayoría de votos a su favor, se le ha impedido tomarla en elecciones pasadas? Sabe que tiene un escenario complicado y necesita construir relación armónica con todos los sectores sociales.

Si mantuviera la misma línea discursiva del pasado, es más probable que, si resultase votado nuevamente, la puerta de Los Pinos le sería cerrada, pues no tendría la aprobación de los verdaderos gobernantes de México -los dueños del dinero-, quienes no le permitirían administrar la nación a como su bondad altruista le dicte.