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El sexenio que fue por José Javier Reyes

Fe de ratas columna por José Javier Reyes
Domingo 10:02 am, 25 Nov 2018.
José Javier Reyes
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El sexenio que fue por José Javier Reyes

Se verterá mucha saliva y tinta tratando de explicar lo que fue el sexenio de Enrique Peña Nieto. Y como es evidente, los casos de la Casa Blanca, Ayotzinapa y Odebrecht pesarán en todo recuento de lo que pasó en estos seis años. Fueron hechos aislados, pero tan significativos que sin duda marcaron un sexenio que, como todos, pudo tener sus puntos positivos. Pero nunca como en éste pudimos ver la descomposición del sistema político y particularmente del PRI como un receptáculo de todos los latrocinios habidos y por haber.

Tan grave como todos los anteriores, aunque menos llamativo en términos mediáticos, fue este desgranamiento del “Nuevo PRI” que tanto presumiera el presidente Peña Nieto al inicio de su sexenio. Esa foto del joven presidente con los jóvenes gobernadores priistas se volvió el retrato de Dorian Grey del gobierno de este país: uno a uno, los mandatarios estatales se volvieron primero indiciados de diferentes crímenes patrimoniales, más tarde prófugos de la justicia y finalmente, reos de diversos delitos. Las exorbitantes cantidades que defraudaron, las insultantes fortunas que amasaron y las maniobras completamente ilegales con las que obtuvieron sus bienes fueron el centro de páginas y páginas de información política y policiaca. Los noticieros televisivos les dispensaron muchas horas de su programación. El caso emblemático fue el de Javier Duarte de Ochoa, quien con todo cinismo se paseó por estaciones de televisión garantizando que no iba a huir, sino a enfrentar a sus acusadores. Efectivamente, inmediatamente después se daba a la fuga.

Los seis años de Peña Nieto fueron un lento despeñarse. Una descomposición que alcanzó muchos sectores y todos los estratos de la vida política. Y los estragos de la llamada “guerra contra el narco” se hicieron sentir con tanta o más fuerza que en el sexenio de Calderón. A las ejecuciones y descuartizamientos se sumó una novedad producto del sentimiento de indefensión de la ciudadanía: la creación de guardias comunitarias. Esquema que en su propia ilegalidad llevaba la semilla de su inoperatividad, las guardias comunitarias se volvieron una quinta columna que poco o nada pudo hacer contra el crimen organizado, salvo poner signos de admiración al problema del poder desmedido de los cárteles de la droga y de otros delitos. El problema se desbordaba y el gobierno federal no puso diques, sino que permitió que fluyera a su suerte, esperando que las fuerzas en pugna se equilibraran. Esto, obviamente, no ocurrió.

Y si faltara algo en este panorama dominado por fuerzas sociales que se manifestaban como las leyes de la selva social, un nuevo elemento sin control mostró otra cara de la violencia: los linchamientos que pretendían pasar como aplicaciones de una justicia brutal. Un mundo donde el imperio de la justicia cedía sin ofrecer oposición.

Un recuento justo de lo que fue el sexenio tiene que pasar, necesariamente, por la relación de sus puntos positivos, que los tuvo sin duda. Baste recordar la posición firme ante las bravuconadas del presidente norteamericano y la salvaguarda de la política exterior mexicana. Otro tanto puede decirse de la negociación del Tratado de Libre Comercio.

La derrota electoral era un colofón inevitable. Demasiados errores, difundidos por las redes sociales, con una libertad de expresión inédita. Pasará un tiempo para que podamos valorar con justicia este sexenio. Hoy queda apenas un mal recuerdo.

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