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La Venezuela mexicana, si la izquierda gana las elecciones

Los hilos del sistema socioeconómico en México por Juan Espinoza Briones
Martes 09:25 am, 06 Mar 2018.
Juan Espinoza Briones
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La Venezuela mexicana, si la izquierda gana las elecciones

Cualquier fuerza política alterna a los intereses e ideales de la derecha, en el gobierno, es un peligro o sinónimo de fracaso económico y social. Desde hace años esta retórica empezó a cocinarse en el medio político, tanto en México como fuera de él. La vivimos desde la presidencia de Vicente Fox y la campaña electoral de Felipe Calderón, cuando se atrevieron a comparar a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con Hugo Chávez, induciendo a la ciudadanía la idea de que el tabasqueño o MORENA en el gobierno “es un peligro para México”. Esta idea tuvo eco cuando, Ricardo Anaya, siendo líder nacional del Partido Acción Nacional (PAN), en su intervención en la “Feria Internacional del Libro, Guadalajara 2016”, afirmó que “las ideas de Andrés Manuel aplicadas en el terreno económico de la realidad llevarían a México a algo como lo que está viviendo Venezuela”.

El PRI no aguantó la tentación de sumarse a la misma línea discursiva. En mayo de 2017, cuando salieron a la luz las primeras encuestas electorales, donde se ponía como puntero en la preferencia del voto popular a AMLO, Enrique Ochoa Reza, líder nacional de ese partido hizo lo propio. En una charla en el Foro Universal Polyforum Siqueiros, aseguró que “con una visión populista, con una lógica de que el ciudadano no debe ser el promotor del empleo y del desarrollo, sino que debe ser el Estado, López Obrador está proponiendo un camino que no ha funcionado en país alguno en América Latina […] La ruta del populismo ya se ha trazado en otros países de América Latina, como Venezuela, y los resultados han sido lamentables”. Según él, para evitar que eso suceda, el PRI debería ganar en 2018.

Este discurso es usado como estrategia psicológica electoral, con la cual, los adversarios de cualquier otro partido político que no tenga en su proyecto la ideología imperial capitalista infunden miedo en las mentes de los ciudadanos. Satanizan la vida socioeconómica de una nación sin entender las razones de fondo y configuran un imaginario social de que esa forma de vida no es deseable por ser un mero fracaso.

Ideologías como esta obedecen a un interés externo, desde donde se trata de imponer las formas de gobierno en naciones subordinadas. Tan es así que, en 2017 el secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, John Kelly, en comparecencia con senadores de ese país, afirmó que, “si la elección en México fuera mañana, probablemente se tendría a un antiestadounidense izquierdista como presidente de México […] eso no sería bueno ni para México, ni para Estados Unidos”. Ante posturas como éstas bien vale la pena tomarnos un momento de reflexión y tratar de explicarnos ¿Por qué esto es así? ¿Quién gana o pierde si algún partido que no sean los de la derecha llega a la presidencia de México?

Empecemos por decir que, como lo muestran las palabras de Kelly y ya se había anticipado en líneas anteriores, la política vigente en México no se circunscribe meramente a un contexto interno. Está diseñada, pautada y aplicada desde Washington, a partir de la incursión de México en el GATT, en enero de 1986, con Miguel de la Madrid en la Presidencia, y se consolida con la llegada del neoliberalismo en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Aunque en 2000 a 2012 hubo alternancia de partidos con la llegada del PAN a Los Pinos con Vicente Fox y Felipe Calderón, respectivamente, la visión socioeconómica se mantuvo intacta. Hoy sigue vigente en la administración de Enrique Peña Nieto.

Las características principales de este sistema de gobierno consisten en el individualismo, apertura económica, desregulación y descentralización, así como la privatización de empresas estatales. De ahí viene la preocupación de Kelly y, detrás de él, la de los principales corporativos estadounidenses y europeos, que tienen en los gobiernos de derecha a los principales promotores y defensores de sus intereses, al coste social y económico que sea necesario.  Algunos de estos costos son, la disminución del poder adquisitivo del salario de los trabajadores, la disminución del empleo y la calidad de los mismos, despojo de las empresas estatales, despojo de tierras para ensamblar proyectos de infraestructura, apropiación de los recursos naturales y pérdida de la soberanía nacional.

El esquema ideológico de las izquierdas es, al menos en discurso, lo opuesto a estos principios. Buscan un cambio político y social en el que se privilegia el progresismo y la búsqueda de igualdad social mediante la garantía del ejercicio, respeto y existencia de derechos colectivos y sociales. La izquierda es laica, internacionalista e intercultural. Como dijo el teólogo de la liberación, Frei Betto, “ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Norberto Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social”. AMLO, aspirante a la presidencia de México, abanderado por MORENA, en su discurso encaja bien en la ideología izquierdista.

Cuando los principales beneficiados por el sistema económico vigente sienten posibilidades de que algún político con ideología izquierdista llegue a gobernar una nación donde se sienten cómodos por el trabajo que desarrollan sus empleados desde el gobierno, buscan la forma de evitar su llegada. Por ello algunos de ellos salen en cascada a vociferar que eso es malo para la nación en cuestión. Más aún, cuando se tienen casos donde, intencionalmente se ha tendido una red de obstáculos para colapsar la economía de naciones gobernadas por la izquierda, como es el caso de Venezuela.  Quieren vender a la ciudadanía la idea de que esa forma de gobierno no es la ideal para sus gobernados -Miremos a Colombia con Petro-. O también se emplean como mal ejemplo las conductas de aquellas que, como Corea del Norte no se alinean fácilmente a la orden imperial (estadounidense).

Si los gobiernos desobedecen las órdenes imperiales y, además, poseen recursos clave para que el estilo de vida continúe reproduciéndose, se emprenden embestidas de todo tipo. Venezuela es un caso vigente. Al presidente Nicolás Maduro se le tacha de dictador. En un primer momento, Estados Unidos impuso sanciones directas contra él al congelar sus bienes económicos ubicados en ese país. Posteriormente, por no ser partícipe del neoliberalismo y resguardar el control de sus recursos naturales, se le han impuesto sanciones económicas que, en primera instancia fueron una disminución del flujo de dinero por medio de la petrolera paraestatal Citgo a las arcas públicas venezolanas.  La prohibición de realizar transacciones en Estados Unidos con bonos venezolanos de nueva deuda, sean de Pdvsa, de la República o papeles del Banco Central. Este hecho dificulta cualquier esfuerzo por reestructurar la enorme deuda externa, contraída por el régimen chavista durante el boom petrolero que duró hasta 2012. Como consecuencia, los ciudadanos venezolanos tienen que lidiar con la escasez alarmante de alimentos y medicinas, entre muchos otros rubros de consumo básico. Esto sucedió cuando se llevó a cabo la elección popular de la Asamblea Nacional Constituyente.

Asimismo, se ha tejido una red de naciones -entre ellas México- que buscan presionar a Maduro para que desista de su forma de gobierno y adopte la neoliberal, desconociendo cualquier acción que efectué Venezuela como nación soberana e independiente. Las presiones han llegado al grado de pensar una invasión militar a la nación Sudamericana por parte de Estados Unidos. Es así como el 11 de febrero de este año, el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Kurt Tidd, llegó a Tamuco, Colombia con parte de su ejército, como una señal de amago de invasión a Venezuela.

Pero, ¿qué tiene que ver el caso Venezuela con México? La respuesta es sencilla. Si un partido y/o candidato de izquierda gana las elecciones de 2018 -como las principales encuestas muestran que es muy probable- las relaciones sociales entrarán en tensión. De entrada, las principales fuerzas mexicanas de oposición harán todo lo que esté a su alcance para evitar que el ganador tome posesión del poder. Pero no por convicción de que eso sea perjudicial para los mexicanos, sino porque es una fuerte amenaza a sus propios intereses, pues ya se ha dicho de los muchos beneficios que los políticos que hoy ejercen el poder tienen con ello. También lo harán porque tienen que rendir cuentas de la defensa de los intereses de sus patrones, los dueños de los principales corporativos -hoy extractores de los principales recursos naturales del país-.

Pensando en que al candidato izquierdista se le permita acceder al poder, lo más probable es que al país se le suministre la misma dosis de acciones que hoy se recetan a Venezuela, a fin de hacerlo colapsar como forma de gobierno y así, hacer ver que, efectivamente la izquierda es un fracaso como sistema sociopolítico y económico: México será Venezuela. Por lo que la llegada al poder de algún candidato sin afiliación neoliberal -no se afirma que AMLO no la tenga- no garantiza un cambio verdadero en la forma de gobierno y mucho menos que ese cambio sea en favor de la mayoría de los mexicanos.  

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