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Los condenados por Elisabeth Fernández de Lara Xochihua

Desde la Sociología por Elisabeth Fernández de Lara Xochihua
Domingo 02:36 pm, 21 Jun 2020.
Elisabeth Fernández de Lara Xochihua
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Los condenados por Elisabeth Fernández de Lara Xochihua

…”Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.

(Eduardo Galeano)

A partir de la semana pasada abriremos este espacio para que los estudiantes de sociología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala nos muestren su perspectiva sobre la emergencia sanitaria que estamos viviendo, esperamos puedan hacernos llegar  sus comentarios, para ellos será muy importante saber de opiniones y críticas sobre sus escritos. En esta ocasión es el turno de Elisabeth Fernández de Lara Xochihua de sexto semestre de Sociología. Comenzamos:

Ante el contexto que nos toca vivir, donde la pandemia inunda cada una de nuestras actividades, tropezamos con  las contradicciones sistémicas del modelo económico imperante, y del evidente abandono y venta de las responsabilidades estatales puestas en manos del capital privado. La privatización y subsecuentemente la comercialización de las necesidades más elementales en la vida del ser humano, tales como la salud, el empleo, la alimentación y la educación (entre otras tantas), ponen de relieve la cruda realidad de los sectores más desfavorecidos y marginados, mismos que se encuentran condenados a llevar sobre sus hombros el cielo del que disfrutan solo unos pocos.

        El SARS-COV2 ha venido a intensificar y desenmascarar la terrible realidad que se vive no solo en México y en toda Latinoamérica, sino en todo el mundo, incluyendo Europa y Estados Unidos (catalogados como la cúspide de la civilización, la democracia y el desarrollo). El capitalismo y su inequitativa distribución de la riqueza, ahora mismo nos revela los terribles daños estructurales y de lesa humanidad que ha generado y continúa perpetuando en contra de todo tipo de vida existente en la tierra.

Actualmente se habla de que los sectores con menor escolaridad, los pueblerinos, los pobres, los miserables, son los que no entienden que deben permanecer en casa y esperar a que la pandemia sea erradicada a través del descubrimiento de alguna vacuna que inhiba al virus (aunque no se tenga la certeza de que si se llegase a desarrollar tal vacuna, estos sectores tengan la posibilidad de acceder a ella), y que por el contrario son los que transgreden y violan las normas de sana distancia, poniendo en riesgo no solo su salud, sino la de la colectividad entera.

 Estos sectores de marginados, son doblemente condenados y estigmatizados, por el solo hecho de carecer de lo esencial dentro del desarrollo de un ser humano: salud, trabajo, vivienda, educación… dignidad. Por el contrario, no solo son los “olvidados”, pues en esta aporía, también son señalados, marcados, culpabilizados y despreciados por su condición.

Al parecer, aquellos que se llenan la boca de insultos y emplean adjetivos deleznables para referirse a estos sectores de desprotegidos, no han reparado ni un solo instante en pensar o analizar el porqué de tales conductas. Quizá estas personas no sepan que en un país como México el 48.8% de la población (equivalente a 61.1 millones de personas) vive (sobrevive) con un ingreso inferior a la línea de pobreza ($2.089,93 mensuales en canasta alimentaria), que el 16.8% (21 millones de personas) tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza extrema ($1.179,75 mensuales en canasta alimentaria), que el 20.4% (25.5 millones de personas) carece de acceso a la alimentación (¿cómo quedarse en casa?… ¿morir de hambre?) o que el 19.8% (24.7 millones de personas) no tiene acceso a los servicios básicos en la vivienda, como el agua potable (con qué lavarse las manos…) (CONEVAL, 2018)

Corrijo, quizá estos sujetos si han pensado, imaginado o visto tales precariedades, pero como no es su situación voltean la mirada y se hacen de oídos sordos para evitar ser parte de tan lacerante realidad latente en nuestro país y el mundo. Evitan el pensar que existen personas que carecen de recursos económicos y sanitarios para mantener y proteger a sus hijos, esposas, esposos, madres, padres, abuelos o hermanos. Y que por ello, para poder obtener un ingreso que les permita sobrevivir, tienen que arriesgarse (rifársela) saliendo de casa, exponiendo su integridad física y la de su familia, pues al ponerse en contacto con el exterior pueden convertirse en verdaderos embajadores de la muerte, trayendo consigo la enfermedad y posiblemente la muerte a sus seres amados, aquellos por los que luchan  e incluso arriesgan la vida cada día.

Es un deber no solo como ciudadano, sino como ser humano; el acercarse, informarse, pensar y analizar la realidad. Debemos generar y desarrollar una conciencia que nos permita identificar y entender nuestro contexto, de lo contrario, nos encontráremos viviendo sobre falsos escenarios que en medida de nuestra “clase social”, acrecentará la insensibilidad, individualidad y apatía hacía los más desfavorecidos, convirtiéndonos en seres inconscientes, despiadados y abstraídos del mundo que nos rodea, evitando encontrarnos con la realidad.

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