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La mentira como política pública por José Javier Reyes

Fe de ratas columna por José Javier Reyes
Domingo 09:51 am, 22 Jul 2018.
José Javier Reyes
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La mentira como política pública por José Javier Reyes

Nadie se equivoque: en política la mentira no es error, costumbre o enfermedad. No se miente por un deseo irreprimible, por mitomanía incurable; tampoco por un gafe, algo así como la frase del Chavo del Ocho: “se me chispotió”. La razón es más simple, más profunda y, sin embargo, difícil de entender: se miente porque se debe mentir. No importa que haya cámaras indiscretas o discretas que transporten las declaraciones a los diferentes formatos, impresos, digitales, a redes sociales o a los simples correos electrónicos: no tiene importancia quedar evidenciado. Los amos de la política mienten, claro, porque eso es lo políticamente correcto. Sólo un necio o un ingenuo puede creer que un político de altura diría la verdad. El político miente porque existe un sobreentendido: sabes bien, oh pueblo, que te estoy mintiendo. No te llames a engaño.

El caso más reciente fue el del inefable presidente norteamericano Donald Trump. En la reunión que llevara a cabo con su homólogo ruso, los dos hombres más poderosos de la tierra dialogaron y Trump aceptó, urbi et orbi, que el presidente Vladimir Putin no había tenido injerencia en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Y la prueba era así de contundente: porque él lo dijo. ¿Algo más?

Luego aclaró que no dijo lo que dijo. O bien, que no quiso decir lo que dijo. Que su jefe de prensa interior falló y que él en realidad había querido mostrarse rígido e inflexible con Putin.  Que aquello de que puso en tela de juicio la labor de la Agencia Central de Inteligencia había sido una cortesía para con el mandatario ruso. "Con el fin de construir un futuro mejor, no podemos enfocarnos exclusivamente en el pasado", aseveró Trump a través de un tuitazo. "Como las dos potencias nucleares más grandes del mundo, debemos llevarnos bien".

Y hasta invitó a Putin a reunirse nuevamente con él en otoño, lo que generó la sospecha de que hubo algún tipo de acuerdo secreto que ahora Trump quiere poner en marcha. Tan alarmante (tan absurdo) es que los dos líderes de las potencias globales se vuelvan a reunir, que algunos congresistas pidiendo que Marina Gross, la intérprete del Departamento de Estado que apoyó a Trump en su reunión privada con Putin, comparezca ante el Congreso, considerando que fue la única norteamericana que presenció la reunión de 90 minutos entre los dos mandatarios.

Pero cualquier entendido en la política sabe que Trump mintió, no por cobardía ante el exagente soviético; no por ignorancia o estulticia. Mintió por un mero gesto de cortesía hacia Putin. No es posible que crea más en su nuevo amigo Vladimir que en las agencias de investigaciones que trabajan para el gobierno norteamericano. Mintió porque la nueva diplomacia así lo señala: dile a cada quien lo que quiere oír. Haz de la mentira la verdad momentánea. Y después deja que todos se vuelvan locos tratando de saber lo que en verdad quisiste decir. Es la política del siglo XXI. A cada quien su verdad. “Debemos llevarnos bien”. Y decir lo que sea necesario.

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