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Otro palo de ciego por José Javier Reyes

Fe de Ratas Columna por José Javier Reyes
Domingo 09:48 am, 03 Jun 2018.
José Javier Reyes
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Otro palo de ciego por José Javier Reyes

¿En qué momento Corea del Norte, la Jihad islámica, los talibanes, ISIS, China, Cuba, Maduro y etcétera, etcétera, dejaron de ser los grandes enemigos de los Estados Unidos para que ahora todas sus baterías se concentren en México? A partir de que somos el único al que le podrían ganar.

La guerra comercial es sin duda la cara más agresiva y devastadora de la intifada trumpista, que dio comienzo desde el mismo momento en que se lanzó tras la presidencia de USA. Pero no es ni con mucho la única. En cada punto de la relación otrora amistosa entre los países vecinos, hay una cabeza de puerto de la guerra norteamericana contra México. Cierto que la ofensiva del actual presidente no ha permeado en toda la unión americana, reservándose a ciertos estados tradicionalmente derechistas. Pero paulatinamente gana terreno la hipótesis de que la migración del sur, particularmente la mexicana, equivale a una plaga bíblica que debe ser erradicada al precio que sea.

Y en algunos estados de allende el sur, no costaba ya ningún trabajo convencer a la aterrorizada población de que los mexicanos somos la nueva versión de los invasores hunos, aunque no sea muy visible quién ocupa el papel de Atila en este símil histórico. Los mexicanos asaltantes, asesinos, flojos, ladrones de plazas laborales, violadores, mulas del narcotráfico, se vuelven paulatinamente una leyenda urbana arraigada en los norteamericanos clasemedieros y cuyo principal propagandista es Donald Trump.

Y este presidente carente de triunfos, con una aceptación apenas arriba de la de Enrique Peña Nieto, sin banderas y sin enemigos al frente, arremete contra su principal socio comercial basado en una caracterización que sólo es comprensible desde la óptica de la más absoluta ignorancia en temas económicos. Porque, tratando de buscar un efecto político, lesiona el equilibrio de la zona, dañando por igual a productores y consumidores del hemisferio norte de América.

¿Cuál sería la parte menos mala de esta historia? Que se tratara de una más de sus estrategias para negociar desde la presión. Que a final de cuentas entienda que con estas medidas afecta también al consumidor norteamericano y que un encarecimiento de ciertos productos será una consecuencia inevitable. Podría, tras la negociación de un TLCAN más conveniente, reducir sus medidas proteccionistas inflacionarias.

El problema es el de siempre: ¿la economía de la zona va a depender de las necesidades histriónicas de un presidente que ha transformado su gestión en un reality show? Todo parece indicar que el destino de tres países (tal vez más) depende de cuestiones hormonales antes que de políticas basadas en el desarrollo económico de América del Norte.

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