De los varios usos que tiene México por José Javier Reyes

Sin rubor, sin pedir disculpas, sin suponer siquiera que debía pedir disculpas, el presidente norteamericano Donald Trump afirmó de lo más campechano que él está usando a México para que le cuide su frontera sur. ¿Cuál es la novedad? Su afirmación es irrelevante por obvia, por innecesaria. Es claro que, a partir de las amenazas de imponer aranceles a las exportaciones de mercancías mexicanas, de su incremento de medidas represivas contra los migrantes (mexicanos o no), de su reiterada promesa de concluir su monumental muro, ha logrado imponer al gobierno mexicano la función de impedir el paso de migrantes por el territorio nacional y transformar los retenes del Instituto Nacional de Migración en cárceles informales. No somos un muro, pero sí un obstáculo más en la carrera de los indocumentados hacia el dizque “sueño americano”.

De los reconocimientos y agradecimientos al gobierno mexicano por los 21 mil soldados que el ejército movilizó rumbo a la frontera, calificándolo como un “gran trabajo”, Trump pasó a decir sin ambages que está “usando” a nuestro país. Diría el Chavo del Ocho: “se me chispotió”. O tal vez se cansó de lo políticamente correcto y de la diplomacia que tanto parece despreciar, para decir de su ronco pecho lo que realmente piensa y siente. Somos un objeto, una herramienta y en ningún momento “un aliado” ni “el principal socio comercial” de la Unión Americana.

Es evidente que los desequilibrios económicos (y sobre todo, militares) se reflejan en las relaciones que la potencia de Norteamérica establece con todos los países del mundo y particularmente contra su “patio trasero”. Esto hace que las obligaciones sean para los demás y los derechos para la nación de los bravos y los libres. Por ejemplo, Estados Unidos exige un mayor “trabajo” de México en la persecución y contención del tráfico de drogas que tiene como destino al vecino del norte. Esto omite el hecho simple y llano de que dicho tráfico se mantiene por la inmensa demanda de los consumidores gringos. Y de parte del gobierno estadounidense no ha existido una sola iniciativa para disminuir su consumo.

Tampoco existe siquiera un intento de frenar el tráfico de armas de allá para acá, misma que fortalece a los cárteles de la droga a los que piden combatir. Esta contradicción flagrante es algo que pasa inadvertido a la hora de fijar responsabilidades o de establecer sanciones.

Dicho en términos vernáculos: el que tiene más saliva traga más pinole. Pero lo peor del caso no es lo que señalamos líneas arriba. Lo más preocupante es que nada de esto puede ser ignorado por el gobierno de la Casa Blanca. Se sabe que la lucha contra el narcotráfico es inútil si no se reduce el consumo; que la inmigración indocumentada es una necesidad de los empleadores norteamericanos de mano de obra barata y altamente explotable. Lo peor es que estas iniciativas no tienen más finalidad que dar el muy mexicano “atole con el dedo” a los votantes estadounidenses, más aún a los sectores más resentidos y conservadores de dicho electorado. Y eso tampoco es un secreto.