Pensar al liberalismo por Luis Pérez Cruz

A grandes rasgos, los orígenes del liberalismo moderno los vamos a encontrar en la lucha contra la monarquía absolutista, ésta representaba un gobierno centralista, donde el reconocimiento de los derechos ciudadanos, así como el ejercicio de las libertades, todo ello sustentado en la construcción de un Estado de derecho, no constituyó una prioridad y fue impensable bajarlo al grueso de la sociedad.

En México, estos elementos básicos no los vamos a encontrar de manera clara y como parte fundamental de la vida política hasta bien entrado el siglo XIX. Por ello consideramos sustancial empezar a tomar en cuenta la difusión del liberalismo en Europa es paralela en las colonias españolas en América, este primer elemento es fundamental para iniciar una serie de puntualizaciones sobre el tratamiento del liberalismo en la historiografía mexicana, ya que ha sido motivo de confrontaciones y de ideas encontradas a la hora de intentar un balance.

No cabe duda que recientemente se ha iniciado un proceso de reorganización en la historiografía para diversificar los estudios en los momentos cruciales de nuestra historia, uno de ellos es el siglo XIX en general y el liberalismo en particular, los aportes fundamentales se han concentrado en los análisis locales o regionales. Estamos seguros que el saldo ha sido positivo, ya que ello nos ha permitido concluir que el liberalismo mexicano en efecto es un movimiento social y, como tal, no tiene un origen único, no fue homogéneo; por lo que sus objetivos y fines corresponden a la dinámica de cada región.

Lo anterior se traduce en comprender que ya no es posible continuar con la idea del liberalismo mexicano, sino estar cierto que existe una diversidad de expresiones liberales, las cuales corresponden a realidades específicas, pero en él confluyen elementos comunes, como por ejemplo las ideas de federalismo, libertad, igualdad, entre otras.

De lo anterior desprendemos que la reconstrucción histórica requiere de integrar no solamente la forma en que se manifiestan dichos elementos que componen al liberalismo, sino también definirlos en función de la realidad histórica vivida.

En segundo lugar, pensamos que la no homogeneidad de las expresiones liberales en México responde, como ya mencionamos, a realidades distintas, pero es necesario hacer hincapié en que el sentido de dichas expresiones correspondían a la composición social y política locales y, en consecuencia, a diversos intereses.

Paralelamente, resulta indispensable considerar el debate sobre el llamado liberalismo mexicano. En primer lugar, encontramos ideas, como la que sostiene Justo Sierra y quines construyen la obra México a través de los siglos, que sostienen la existencia de un liberalismo anterior al siglo XIX y que tienen que ver con dos aspectos sustanciales: uno, el pueblo mexicano vive toda una evolución que puede apreciarse desde las culturas prehispánicas y que confluye con la adopción del liberalismo en el siglo XIX; dos, concebir este liberalismo implica que el pueblo mexicano siempre ha sido uno y que su motivación sustancial es un patriotismo que logra cohesionarlo y concentrar su lucha por su libertad.

En un sentido similar, también encontramos la idea que poco después de la década de 1950 nos muestra Jesús Reyes Heroles, quien, a grandes rasgos, asevera que el liberalismo en general “fue actividad y lucha por transformar la realidad”; ello lo podemos ver porque se enfrentaron a la monarquía y se empeñaron en construir naciones bajo una concepción política distinta.

Para el caso mexicano, además de asegurar que es un movimiento de alcance nacional, Reyes Heroles asevera lo siguiente “La experiencia liberal mexicana es una de las más aleccionadoras. En México, peldaño a peldaño, la idea liberal en acción fue obteniendo realidades y siendo permeable a éstas, fue adquiriendo matices de originalidad”

Desde sus orígenes el liberalismo, según Reyes Heroles, se vincula a los problemas cotidianos e inmediatos, por lo que su aceptación en las masas resulta indudable.

Paralelamente, lo anterior sirvió de base para considerar la posibilidad de que la lucha por la independencia se sustenta en la identidad nacional, en la homogeneidad de la sociedad novohispana.

Finalmente, para Jesús Reyes Heroles el liberalismo decimonónico es posible contemplarlo en dos momentos: el inicial y que supone el origen y construcción de lo que llama “el ideario del liberalismo mexicano”, abarcando de 1808 y se extiende a 1824; el segundo, abarca de 1824 y se prolonga a la década de 1870, cuando, según sus palabras, el pueblo está en la búsqueda de nuevos principios que le permita enfrentar a las fuerzas contrarias al interior y exterior.

En el otro extremo, tenemos a quienes en los últimos años y bajo una perspectiva obviamente crítica del liberalismo en México, consideran que la realidad colonial, plagada de desigualdades no fue un terreno fértil y apropiado para el liberalismo y, en todo caso, como asegura Lorenzo Meyer: “el liberalismo decimonónico rara vez pasó de ser un proyecto que lograra sobreponerse a la hostilidad de la realidad”

Meyer va mucho más allá y asegura que el liberalismo decimonónico vive raquíticamente y, en consecuencia, la sociedad mexicana no emprendió “la marcha hacia el liberalismo muto propio”; en todo caso, el liberalismo ha transitado por un camino distinto al de la democracia, el autoritarismo ha sido el común denominador en la vida política de México en la mayor parte del siglo XIX y, agregaríamos, a lo largo del XX.

Lo que estamos ciertos es que el liberalismo como ideología que le dio razón de ser al régimen priista no recupera en la práctica ni las libertades, ni la igualdad y menos velar por los intereses de los mexicanos. Ante el panorama en este 2018 afirmo que ganó la vertiente izquierdista del PRI, lo interesante y si existe realmente voluntad política, se tendría que comenzar el desmantelamiento de la estructura priista que reproduce MORENA.