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A propósito del 2 de octubre por J. A. Javier González Corona

Columna por el Prof. y Antrop. Soc. J. A. Javier González Corona
Lunes 12:10 pm, 01 Oct 2018.
Prof. y Antrop. Soc. J. A. Javier González Corona
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A propósito del 2 de octubre por J. A. Javier González Corona

En septiembre y octubre se conmemoran eventos no gratos para México: sismos, masacre y desapariciones. Los primeros, se sintieron el día 19 de septiembre en los años de 1985 y 1917 (jueves y martes respectivamente) dejando un gran número de pérdidas humanas y materiales. El segundo, miércoles 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas ubicada en la unidad habitacional Tlatelolco de la ciudad de México; fuerzas militares y servicio de inteligencia al servicio del Gobierno Federal en turno, asesinaron a estudiantes y otros más, simplemente los desaparecieron. Observándose un autoritarismo y prepotencia gubernamental. El ejecutor de la orden del presidente Gustavo Díaz Ordaz y consumar el genocidio: Luis Echeverría Álvarez. Quien obtuvo como premio, sentarse en la silla presidencial en el sexenio siguiente. El tercer evento, los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Sin duda, los sismos no se determinan ni controlan por el humano, pero sí, se pueden evitar muertes; y ya después, responder a los requerimientos de quienes son afectados. Sin embargo, las personas encargadas de administrar y distribuir los apoyos económicos y materiales, se olvidan de toda honestidad y conciencia humana. Entre ellos, organizaciones sociales, empresas y el propio gobierno en sus diferentes niveles, salvo excepciones. De tal manera, quien resolvió, como ya se ha hecho costumbre en la medida de sus posibilidades fue la sociedad civil. En consecuencia, cientos de damnificados a la fecha aún están olvidados a su suerte.

Una muestra fiel del último sismo, es la parroquia -en un tiempo catedral- de san José en Tlaxcala capital. Después de un año del sismo que la dañó terriblemente -aunque digan lo contrario las autoridades- apenas iniciaron la reconstrucción del inmueble. Espero que la naturaleza sea condescendiente y les permita concluir antes de que suceda otro sismo y la hermosa e histórica construcción, quede en ruinas.

En cuanto al macro crimen del 68, el país fue incapaz de solidarizarse a una lucha estudiantil donde sus demandas principales eran el respeto a la autonomía estudiantil por parte del gobierno y la no introducción de la policía en los planteles escolares. Aspectos que públicamente fueron modificados por el Estado a través de los medios de comunicación, justificando su proceder mediante el supuesto de mantener el orden y cuidar la seguridad social.

Los medios de comunicación de ese momento, en su mayoría, unos por órdenes recibidas y otros, por quedar bien y escalar posiciones laborales, se dedicaron a dar información deshonesta, tratando de justificar al Estado de su proceder, señalando a los estudiantes como vándalos, criminales y comunistas, entre otros calificativos. Algunos comunicadores como el señor Jacobo Zabludovski se convirtió gracias al apoyo gubernamental y a sus mentiras informativas, en el comunicador más reconocido para ese momento y tiempos futuros El fin era presentar unos Juegos Olímpicos -del 12 al 27 de octubre del mismo año- a un país sumiso y en paz. Cabe destacar que en esa década la politización estudiantil era destacada y no tan sólo en México, sino en otros países, Francia uno de ellos.

Sin embargo, en la ciudad de México, para ese momento DF, se vivía como si fuera un estado de sitio no declarado y lo peor: el Estado consideraba a los estudiantes como asaltantes y/o criminales. Según Luis González de Alba en su novela “Los días y los años” describe cómo la autoridad, mediante un pretexto absurdo entró a los centros educativos, cito: “El 22 de julio se celebró un juego de futbol en el parque de la Ciudadela. Un equipo lo formaban alumnos de la preparatoria particular Isaac Ochoterena; y el otro, la pandilla de los “ciudadelos”. El encuentro terminó a golpes y los de la Ochoterena salieron perdiendo. Como algunos “ciudadelos” se dicen alumnos de las vocacionales 2 y 5 del IPN, los de la Ochoterena apedrearon, al día siguiente la voca 2. Al tercer día, por la mañana, varios cientos de alumnos de las dos vocacionales marcharon sobre la preparatoria Isaac Ochoterena sin que nadie lo impidiera. Cuando los politécnicos dieron por terminada su venganza, los granaderos decidieron que había llegado la hora de intervenir y esperaron a los politécnicos que regresaban en las calles cercanas a la Ciudadela, los cercaron y empezaron a golpear. Perseguidos por los granaderos, los estudiantes se refugiaron en las vocacionales; pero las escuelas no fueron obstáculo, en su interior los granaderos la emprendieron no sólo con alumnos, sino con maestros y maestras que igualmente fueron golpeados sin conocer la causa de la agresión. No se trataba de imponer el orden, sino de romperlo, de golpear como si se tratara de una venganza personal”. Así comenzaron los hechos que concluyeron con la masacre de jóvenes que a su edad y grado de estudios, estaban dispuestos a cambiar un sistema de gobierno represor, por uno que permitiera libertad, igualdad y democracia. Triste utopía.

Esa frase del “2 de octubre no se olvida” considero que ya ha sido muy desgastada y rebasada, no lo digo con la finalidad de minimizarla, sino para señalar que un gran número de personas a la fecha, principalmente jóvenes, desconocen ese acontecimiento denigrante. Necesitamos no olvidarlo. Pero además, mantenerlo en mente los 365 días del año para crear una conciencia en la población y con ello, valorar lo importante que es el respeto a las diferentes manifestaciones sociales. Aunque no coincidamos con ellas.

Afortunadamente después de 50 años, la LXIII Legislatura acuerda establecer que cada año, se conmemore el aniversario de los caídos en la lucha por la democracia en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco e inscribir con letras de oro en la Cámara Baja el 2 de octubre de 1968.

Sin duda, la edad propia para participar abiertamente en las luchas sociales es la juventud; en esa edad no existen limitantes de participación, ni temores a los resultados. Además, en ese momento están recibiendo información académica que les permite una concepción del mundo diferente a la obtenida en la vida cotidiana, sin formación intelectual.

Sin embargo, he notado que en las universidades públicas y privadas, mayormente las últimas, se han eliminado materias y lecturas de grandes obras –no sé si fue como respuesta a lo del 68- que permitan una ideología de cambio; me refiero a manera de ejemplo: El Capital de Carlos Marx, Obras Escogidas de Marx y Engels, Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci, Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología de Adolfo Sánchez Vázquez, entre otras muchas obras más. No sé si la clase que ostenta el poder económico junto con el Estado, vieron como peligro a sus intereses una formación ideológica mediante ese contexto ideológico.

Cabe destacar que las Normales Rurales de maestros no han perdido esa formación ideológica y siempre manifiestan oposición a una educación controlada y dirigida, exigiendo en todo momento sus derechos como estudiantes y seres humanos.

El ataque a los normalistas de Ayotzinapa el 26-27 de septiembre de 2014 en la ciudad de Iguala, en el estado de Guerrero; donde hubo 9 fallecidos, 17 heridos y 43 desaparecidos, es uno de los cientos de ejemplos que la historia de las Normales contempla en sus archivos, muchos de ellos, ocultos al conocimiento público. Mi reconocimiento para todos aquellos jóvenes que en su momento histórico, buscan y luchan por lograr una historia mejor para su generación presente y para las futuras.

Sin duda, el 2 de octubre de 1968 fue un parte aguas en la historia de México, permitiendo a los jóvenes encontrar un ejemplo de lucha y dignidad, para hacer un frente a todos aquellos que pretenden seguir mintiendo, reprimiendo, explotando y manipulando a los estudiantes y personas en general, pensando únicamente en sus intereses personales o de micro grupos.

Ojalá la vida me permita ver otro México, mientras tanto, debemos seguir luchando en las aulas, sindicatos, organizaciones sociales y en todo lugar como parte de la vida cotidiana y así, acostumbrarnos a buscar siempre mejores condiciones de vida para todos y no de unos cuantos. Requerimos mantener una memoria histórica.

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